Pasaba horas mirando los anillos de humo que hacia el cigarrillo. Como, girando, comenzaban en un perfecto círculo, y culminaban deformandose y desapareciendo lentamente, sumergiéndose en la brisa pasajera.
Solo atinaba a soplar al mosquito que se habia posado en ella interrumpiendo su extraña meditación.
Dos niños saltaban en la cama de un 6to piso del edificio vecino. Recordó su infancia solo cuando esa escena pasó a formar parte de sus líneas.
Y el era su amante, porque era el único que le permitía escribir esa literatura, que acababa en la basura como tantas.
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