martes, 21 de diciembre de 2010
La revolución es un sueño eterno
AUTORIZADO /
que me AUTORIZA a hacerme
una radiografía seriada esófago-gastro-duodenal
por diagnóstico presuntivo de hernia hiatal
voy a agarrar el fuentón que está colgado en el patio / y voy a salir a la calle/ sola /
semidesnudada
una piel alrededor de la cintura
el pelo revuelto
las tetas al aire
y cual cacerola voy a batir el fuentón
/ sola /
/ avanzando / sola / por el medio de la Avenida Corrientes
a contrapelo del tránsito
el brazo que me hierve
enarbolando el fuentón
en la luz espectral del mediodía
y voy a / avanzar /
por el medio de la Avenida
sola / sorda y demente
y voy a / avanzar /
es una cuestión de honor
y la gente se va a asomar a los balcones
con antorchas encendidas
y va a desplegar pancartas
y carteles
y arrojará confetti
guirnaldas y cintas de papel de máquinas de sumar
(y las máquinas de sumar también)
ovación ovación
crece la pirámide de papel
(también me crecen unos rayos de sol en las espaldas)
se encolumnan tras mis pasos / miles de manifestantes / la gente germina como el poroto / todas las asambleas barriales / envían sus delegados / a ver
Viejecitas / y viejecitos í aplauden / a mi paso.
Tiemblan las manos que reparten estampitas.
En las estampitas aparezco yo de perfil / con el mentón apoyado /
levemente / sobre el puño / sombra de puño / todavía no es puño / que es
estampita.
Voy escupiendo fuego / por la boca voy escupiendo fuego / con un hisopo
gigante me introduzco querosén hasta la campanilla y el fuego me resbala
sobre la pollerita blanca a tablitas.
Con las botitas rojas / aplasto los charquitos de querosén
para que no se me quemen los volantes.
Los volantes que reparto / la masa se los disputa / me arrebatan los volantes
de las manos /los volantes dicen
los volantes dicen
los volantes DICEN.
Margarita Roncarolo.
viernes, 17 de diciembre de 2010
martes, 16 de noviembre de 2010
sábado, 6 de noviembre de 2010
miércoles, 3 de noviembre de 2010
sábado, 30 de octubre de 2010
viernes, 22 de octubre de 2010
miércoles, 6 de octubre de 2010
sueño raro
Estamos en mi habitación. Esta destrozada. Nadie tiene que saber que estuvimos en esa guerra.
En mi habitación hay una pecera rota, y los tres peces están en el piso. Los junto y los pongo en una bolita de vidrio muy muy chiquita, pero los peces entran bien, se hacen chiquitos. Cuando uno la mira, como que se vuelve grande. También hay una paloma entre los vidrios rotos de la pecera. La agarro y la pongo en la bolita, pero me doy cuenta de que se va a ahogar. Meto un cordón de zapatilla negro adentro y la paloma lo agarra con el piquito y sale de la bolita. La pongo en un cuadrado que es como la bolita pero cuadrado.
Estoy en una terraza muy grande. Hay mucha gente. Se me pierde la bolita con los peces y la busco desesperadamente. Cuando me estoy por ir triste porque no encontré la bolita y seguramente alguien la va a pisar, me encuentro con Julieta (mi prima) y le pregunto si la vio. La tenía ella. Me dice que me la da pero solo si conservo una foto que me entrega. En el marco de la foto esta incrustada la bolita con los pececitos nadando. La foto es como una foto muy vieja de mi otra prima Jimena, pero en donde debería estar su cara, esta recortado y en su lugar esta la cara de Camila (hija de Julieta prima). Me la llevo.
Estoy con Mariel (IVA) y algunas personas más que no me acuerdo en un parque que es como el Centenario. En el centro hay un sector de cemento cercado en donde están un grupo de scout con su jefe, que es un milico. Pasamos por al lado de la reja y le empezamos a gritar cosas como “milico putooo” y “facho al tacho” (esto ultimo lo intento gritar pero no me sale la voz fuerte, tengo que acercarme mas para que escuche) nos vienen a echar. Nos acercamos a la salida del parque (como el Centenario, esta todo enrejado). La puerta esta cerrada. Nos dicen que ya la van a abrir.
Cuando estamos esperando aparecen entrando al parque, otros pibes del grupo de los scout trayendo una vaca gigante, arrastrándola. Es como si no tuviera ni huesos ni carne ni tripas. Es como la piel. Muy grande.
Me da mucha impresión, nos vamos para otra salida
Me desperté.
domingo, 26 de septiembre de 2010
sábado, 25 de septiembre de 2010
domingo, 5 de septiembre de 2010
sábado, 4 de septiembre de 2010
miércoles, 1 de septiembre de 2010
-Johnny -ha dicho Dédée desde su rincón. -Fíjate que solamente te cuento un pedacito de todo lo que estaba pensando y viendo. ¿Cuánto hará que te estoy contando este pedacito? -No sé, pongamos unos dos minutos. -Pongamos unos dos minutos -remeda Johnny-. Dos minutos y te he contado un pedacito nada más. Si te contara todo lo que les vi hacer a los chicos, y cómo Hamp tocaba Save it, pretty mamma y yo escuchaba cada nota, entiendes, cada nota, y Hamp no es de los que se cansan, y si te contara que también le oí a mi vieja una oración larguísima, donde hablaba de repollos, me parece, pedía perdón por mi viejo y por mí y decía algo de unos repollos... Bueno, si te contara en detalle todo eso, pasarían más de dos minutos, ¿eh, Bruno?
-Si realmente escuchaste y viste todo eso, pasaría un buen cuarto de hora -le he dicho, riéndome. -Pasaría un buen cuarto de hora, eh, Bruno. Entonces me vas a decir cómo puede ser que de repente siento que el métro se para y yo me salgo de mi vieja y Lan y todo aquello, y veo que estamos en Saint-Germain-des-Prés, que queda justo a un minuto y medio de Odéon. Nunca me preocupo demasiado por las cosas que dice Johnny pero ahora, con su manera de mirarme, he sentido frío. -Apenas un minuto y medio por tu tiempo, por el tiempo de ésa -ha dicho rencorosamente Johnny-. Y también por el del métro y el de mi reloj, malditos sean. Entonces, ¿cómo puede ser que yo haya estado pensando un cuarto de hora, eh, Bruno? ¿Cómo se puede pensar un cuarto de hora en un minuto y medio? Te juro que ese día no había fumado ni un pedacito ni una hojita -agrega como un chico que se excusa-. Y después me ha vuelto a suceder, ahora me empieza a suceder en todas partes. Pero -agrega astutamente- sólo en el métro me puedo dar cuenta porque viajar en el métro es como estar metido en un reloj. Las estaciones son los minutos, comprendes, es ese tiempo de ustedes, de ahora; pero yo sé que hay otro, y he estado pensando, pensando...
Se tapa la cara con las manos y tiembla. Yo quisiera haberme ido ya, y no sé cómo hacer para despedirme sin que Johnny se resienta, porque es terriblemente susceptible con sus amigos. Si sigue así le va a hacer mal, por lo menos con Dédée no va a hablar de esas cosas.
-Bruno~si yo pudiera solamente vivir como en esos momentos, o como cuando estoy tocando y también el tiempo cambia... Te das cuenta de lo que podría pasar en un minuto y medio... Entonces un hombre, no solamente yo sino ésa y tú y todos los muchachos, podrían vivir cientos de años, si encontráramos la manera podríamos vivir mil veces más de lo que estamos viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de minutos y de pasado mañana...
fragmento de "el perseguidor" de cortazar
es un flash (?
viernes, 20 de agosto de 2010
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
domingo, 15 de agosto de 2010
viernes, 13 de agosto de 2010
miércoles, 11 de agosto de 2010
Que lindo es saber que estas ahi, que sos feliz, y que puedo contar con vos.
Que lindo es escribirte sin angustiarme tío. Que lindo es saber que nadie pudo callarte y que hasta muerto ayudas.
Que lindo es saber que sin importar donde escriba esto, vos lo vas a leer.
Muchas gracias tio, te amo.
miércoles, 4 de agosto de 2010
fisuresco se vea en la complicada situación de la situación en la que nos vemos obligadas a fumar
marihuana situacionalmente: (?)
1) Yasmín sólo tendrá en su casa la piedra. Jamás agarrará un porro apagado.
2) Los porros (armados) permanecerán en manos de Maru "la drogadita".
3) Cuando fumamos con The Tree, antes de prenderlo tenemos que guardar todo lo necesario.
4) Nunca not no remember saludar a The Tree -acordate que es yanqui-
5) Instalar un baño.
6) Hacer vaquita para comprar una TV.
7) Conecciones de electricidad.
8) Poner Cablevisión.
9) No, mejor Cablevisión no porque es de Clarín (¬¬)
10) Yas, ésta canción habla de la merca (El Sensei - Las pastillas del abuelo)
Maru "la drogadita"
Yasmín, la IPIE
Delfina, la arveja
Barby, la Barby.
Los 10 mandamientos de Mariel
No tendréis una planta que no tenga flores.
No tiraréis jamás una tuca.
Levantaréis del suelo todo aquello que sirva como tuquera.
No reprimiréis tus eructos.
Chuparéis el plato sólo si armáis el porro.
No olvidaréis que la arveja es una petera
Seréis manija hoy y hasta el día de vuestra muerte.
Compraréis un picador.
No armaréis nunca un "fino" fino.
No fornicaréis con un Juan cualquiera.
Y bueno, chau... (JULY RULES!)
Bonus track
Barby: -¿Existe algo que sea mejor que un porro?
Maru: -¡Dos porros! (JAJAJAJAJAJAJAJ FISURAAAAAAAA)
domingo, 1 de agosto de 2010
No había banderas rastafaris, ni árboles amigos.
Solo el cielo lejano, y ramas distantes.
Aquella tarde en que se cerraron las rejas
Cuando comenzabamos a acariciarnos,
No nos unimos en un eterno roce de labios
Con el infinito de testigo.
Solo nos besamos. Y es que aquella tarde
No sentí nada más que puro instinto.
sábado, 31 de julio de 2010
woodstockwoodstockwoodstock
woodstockwoodstockwoodstock
viernes, 30 de julio de 2010
viernes, 9 de julio de 2010
Así así así así así así así así
Yo dormiría así
detrás de la montaña.
Y tendría mil
arañas colgadas,
hipopótamos
rosados, hinchados.
Yo dormiría así
de plástico fantástico.
Olelole olelolor olelo como lo huelo yo.
Olelole olelolor olelo como lo huelo yo.
martes, 22 de junio de 2010
sábado, 8 de mayo de 2010
martes, 6 de abril de 2010
Tu propio juego había empezado por aburrimiento, no era en verdad una protesta contra el estado de cosas en la ciudad, el toque de queda, la prohibición amenazante de pegar carteles o escribir en los muros. Simplemente te divertía hacer dibujos con tizas de colores (no te gustaba el término grafitti, tan de crítico de arte) y de cuando en cuando venir a verlos y hasta con un poco de suerte asistir a la llegada del camión municipal y a los insultos inútiles de los empleados mientras borraban los dibujos. Poco les importaba que no fueran dibujos políticos, la prohibición abarcaba cualquier cosa, y si algún niño se hubiera atrevido a dibujar una casa o un perro, lo mismo lo hubieran borrado entre palabrotas y amenazas. En la ciudad ya no se sabía demasiado de que lado estaba verdaderamente el miedo; quizás por eso te divertía dominar el tuyo y cada tanto elegir el lugar y la hora propicios para hacer un dibujo.
Nunca habías corrido peligro porque sabías elegir bien, y en el tiempo que transcurría hasta que llegaban los camiones de limpieza se abría para vos algo como un espacio más limpio donde casi cabía la esperanza. Mirando desde lejos tu dibujo podías ver a la gente que le echaba una ojeada al pasar, nadie se detenía por supuesto pero nadie dejaba de mirar el dibujo, a veces una rápida composición abstracta en dos colores, un perfil de pájaro o dos figuras enlazadas. Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: A mí también me duele. No duró dos horas, y esta vez la policía en persona la hizo desaparecer. Después solamente seguiste haciendo dibujos.
Cuando el otro apareció al lado del tuyo casi tuviste miedo, de golpe el peligro se volvía doble, alguien se animaba como vos a divertirse al borde de la cárcel o algo peor, y ese alguien como si fuera poco era una mujer. Vos mismo no podías probártelo, había algo diferente y mejor que las pruebas más rotundas: un trazo, una predilección por las tizas cálidas, un aura. A lo mejor como andabas solo te imaginaste por compensación; la admiraste, tuviste miedo por ella, esperaste que fuera la única vez, casi te delataste cuando ella volvió a dibujar al lado de otro dibujo tuyo, unas ganas de reír, de quedarte ahí delante como si los policías fueran ciegos o idiotas.
Empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez. Descuidando tu empleo salías en cualquier momento con la esperanza de sorprenderla, elegiste para tus dibujos esas calles que podías recorrer de un solo rápido itinerario; volviste al alba, al anochecer, a las tres de la mañana. Fue un tiempo de contradicción insoportable, la decepción de encontrar un nuevo dibujo de ella junto a alguno de los tuyos y la calle vacía, y la de no encontrar nada y sentir la calle aún más vacía. Una noche viste su primer dibujo solo; lo había hecho con tizas rojas y azules en una puerta de garage, aprovechando la textura de las maderas carcomidas y las cabezas de los clavos. Era más que nunca ella, el trazo, los colores, pero además sentiste que ese dibujo valía como un pedido o una interrogación, una manera de llamarte. Volviste al alba, después que las patrullas relegaron en su sordo drenaje, y en el resto de la puerta dibujaste un rápido paisaje con velas y tajamares; de no mirarlo bien se hubiera dicho un juego de líneas al azar, pero ella sabría mirarlo. Esa noche escapaste por poco de una pareja de policías, en tu departamento bebiste ginebra tras ginebra y le hablaste, le dijiste todo lo que te venía a la boca como otro dibujo sonoro, otro puerto con velas, la imaginaste morena y silenciosa, le elegiste labios y senos, la quisiste un poco.
Casi en seguida se te ocurrió que ella buscaría una respuesta, que volvería a su dibujo como vos volvías ahora a los tuyos, y aunque el peligro era cada vez mayor después de los atentados en el mercado te atreviste a acercarte al garage, a rondar la manzana, a tomar interminables cervezas en el café de la esquina. Era absurdo porque ella no se detendría después de ver tu dibujo, cualquiera de las muchas mujeres que iban y venían podía ser ella. Al amanecer del segundo día elegiste un paredón gris y dibujaste un triángulo blanco rodeado de manchas como hojas de roble; desde el mismo café de la esquina podías ver el paredón (ya habían limpiado la puerta del garage y una patrulla volvía y volvía rabiosa), al anochecer te alejaste un poco pero eligiendo diferentes puntos de mira, desplazándote de un sitio a otro, comprando mínimas cosas en las tiendas para no llamar demasiado la atención. Ya era noche cerrada cuando oíste la sirena y los proyectores te barrieron los ojos. Había un confuso amontonamiento junto al paredón, corriste contra toda sensatez y sólo te ayudó el azar de un auto dando vuelta a la esquina y frenando al ver el carro celular, su bulto te protegió y viste la lucha, un pelo negro tironeado por manos enguantadas, los puntapiés y los alaridos, la visión entrecortada de unos pantalones azules antes de que la tiraran en el carro y se la llevaran.
Mucho después (era horrible temblar así, era horrible pensar que eso pasaba por culpa de tu dibujo en el paredón gris) te mezclaste con otras gentes y alcanzaste a ver un esbozo en azul, los trazos de ese naranja que era como su nombre o su boca, ella así en ese dibujo truncado que los policías habían borroneado antes de llevársela; quedaba lo bastante como para comprender que había querido responder a tu triángulo con otra figura, un círculo o acaso un espiral, una forma llena y hermosa, algo como un sí o un siempre o un ahora.
Lo sabías muy bien, te sobraría tiempo para imaginar los detalles de lo que estaría sucediendo en el cuartel central; en la ciudad todo eso rezumaba poco a poco, la gente estaba al tanto del destino de los prisioneros, y si a veces volvían a ver a uno que otro, hubieran preferido no verlos y que al igual que la mayoría se perdieran en ese silencio que nadie se atrevía a quebrar. Lo sabías de sobra, esa noche la ginebra no te ayudaría más a morderte las manos, a pisotear tizas de colores antes de perderte en la borrachera y en el llanto.
Sí, pero los días pasaban y ya no sabías vivir de otra manera. Volviste a abandonar tu trabajo para dar vueltas por las calles, mirar fugitivamente las paredes y las puertas donde ella y vos habían dibujado. Todo limpio, todo claro; nada, ni siquiera una flor dibujada por la inocencia de un colegial que roba una tiza en la clase y no resiste el placer de usarla. Tampoco vos pudiste resistir, y un mes después te levantaste al amanecer y volviste a la calle del garage. No había patrullas, las paredes estaban perfectamente limpias; un gato te miró cauteloso desde un portal cuando sacaste las tizas y en el mismo lugar, allí donde ella había dejado su dibujo, llenaste las maderas con un grito verde, una roja llamarada de reconocimiento y de amor, envolviste tu dibujo con un óvalo que era también tu boca y la suya y la esperanza. Los pasos en la esquina te lanzaron a una carrera afelpada, al refugio de una pila de cajones vacíos; un borracho vacilante se acercó canturreando, quiso patear al gato y cayó boca abajo a los pies del dibujo. Te fuiste lentamente, ya seguro, y con el primer sol dormiste como no habías dormido en mucho tiempo.
Esa misma mañana miraste desde lejos: no lo habían borrado todavía. Volviste al mediodía: casi inconcebiblemente seguía ahí. La agitación en los suburbios (habías escuchado los noticiosos) alejaban a la patrulla de su rutina; al anochecer volviste a verlo como tanta gente lo había visto a lo largo del día. Esperaste hasta las tres de la mañana para regresar, la calle estaba vacía y negra. Desde lejos descubriste otro dibujo, sólo vos podrías haberlo distinguido tan pequeño en lo alto y a la izquierda del tuyo. Te acercaste con algo que era sed y horror al mismo tiempo, viste el óvalo naranja y las manchas violetas de donde parecía saltar una cara tumefacta, un ojo colgando, una boca aplastada a puñetazos. Ya sé, ya sé ¿pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué mensaje hubiera tenido sentido ahora? De alguna manera tenía que decirte adiós y a la vez pedirte que siguieras. Algo tenía que dejarte antes de volverme a mi refugio donde ya no había ningún espejo, solamente un hueco para esconderme hasta el fin en la más completa oscuridad, recordando tantas cosas y a veces, así como había imaginado tu vida, imaginando que hacías otros dibujos, que salías por la noche para hacer otros dibujos.
viernes, 2 de abril de 2010
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
jueves, 25 de marzo de 2010
domingo, 21 de febrero de 2010
Rocamadour, es idiota llorar así porque el borsch se ha ido al fuego. La pieza está llena de remolacha, Rocamadour, te divertirías si vieras los pedazos de remolacha y la crema, todo tirado por el suelo. Menos mal que cuando venga Horacio ya habré limpiado, pero primero tenía que escribirte, llorar así es tonto, las cacerolas se ponen blandas, se ven como halos en los vidrios de la ventana, y ya no se oye cantar a la chica del piso de arriba que canta todo el día Les amants du Havre. Cuando estemos juntos te lo contaré, verás. Puisque la terre est ronde, mon amour t'en fais pas, mon amour, t'en fais pas...Horacio la silba de noche cuando escribe o dibuja. A ti te gustaría, Rocamadour. A vos te gustaría, Horacio se pone furioso porque me gusta hablar de tú como Perico, pero en el Uruguay es distinto. Perico es el señor que no te llevó nada el otro día pero que hablaba tanto de los niños y la alimentación. Sabe muchas cosas, un día le tendrás mucho respeto, Rocamadour, y serás un tonto si le tienes respeto. Si le tenés, si le tenés respeto, Rocamadour.
Rocamadour, madame Irène no está contenta de que seas tan lindo, tan alegre, tan llorón y gritón y meón. Ella dice que todo está muy bien y que eres un niño encantador, pero mientras habla esconde las manos en los bolsillos del delantal como hacen algunos animales malignos, Rocamadour, y eso me da miedo. Cuando se lo dije a Horacio, se reía mucho, pero no se da cuenta de que yo lo siento, y que aunque no haya ningún animal maligno que esconde las manos, yo siento, no sé lo que siento, no lo puedo explicar. Rocamadour, si en tus ojitos pudiera leer lo que te ha pasado en esos quince días, momento por momento. Me parece que voy a buscar otra nourrice aunque Horacio se ponga furioso y diga, pero a ti no te interesa lo que él dice de mí. Otra nourrice que hable menos, no importa si dice que eres malo o que lloras de noche o que no quieres comer, no importa si cuando me lo dice yo siento que no es maligna, que me está diciendo algo que no puede dañarte. Todo es tan raro, Rocamadour, por ejemplo me gusta decir tu nombre y escribirlo, cada vez me parece que te toco la punta de la nariz y que te reís, en cambio madame Irène no te llama nunca por tu nombre, dice l'enfant, fíjate, ni siquiera dice le gosse, dice l'enfant, es como si se pusiera guantes de goma para hablar, a lo mejor los tiene puestos y por eso mete las manos en los bolsillos y dice que sos tan bueno y tan bonito.
Hay una cosa que se llama tiempo, Rocamadour, es como un bicho que anda y anda. No te puedo explicar porque eres tan chico, pero quiero decir que Horacio llegará en seguida. ¿ Le dejo leer mi carta para que él también te diga alguna cosa ? No, yo tampoco querría que nadie leyera una carta que es solamente para mí. Un gran secreto entre los dos, Rocamadour. Ya no lloro más, estoy contenta, pero es tan difícil entender las cosas, necesito tanto tiempo para entender un poco eso que Horacio y los otros entienden en seguida, pero ellos que todo lo entienden tan bien no te pueden entender a ti y a mí, no entienden que yo no puedo tenerte conmigo, darte de comer y cambiarte los pañales, hacerte dormir o jugar, no entienden y en realidad no les importa, y a mí que tanto me importa solamente sé que no te puedo tener conmigo, que es malo para los dos, que tengo que estar sola con Horacio, vivir con Horacio, quién sabe hasta cuándo ayudándolo a buscar lo que él busca y que también buscarás, Rocamadour, porque serás un hombre y también buscarás como un gran tonto. Es así, Rocamadour: En París somos como hongos crecemos en los pasamanos de las escaleras, en piezas oscuras donde huele a sebo, donde la gente hace todo el tiempo el amor y después fríe huevos y pone discos de Vivaldi, enciende los cigarrillos y habla como Horacio y Gregorovius y Wong y yo, Rocamadour, y como Perico y Ronald y Babs, todos hacemos el amor y freímos huevos y fumamos, ah, no puedes saber todo lo que fumamos, todo lo que hacemos el amor, parados, acostados, de rodillas, con las manos, con las bocas, llorando o cantando, y afuera hay de todo, las ventanas dan al aire y eso empieza con un gorrión o una gotera, llueve muchísimo aquí, Rocamadour, mucho más que en el campo, y las cosas se herrumbran, las canaletas, las patas de las palomas, los alambres con que Horacio fabrica esculturas. Casi no tenemos ropa, nos arreglamos con tan poco, un buen abrigo, unos zapatos en lo que no entre el agua, somos muy sucios, todo el mundo es muy sucio y hermoso en París, Rocamadour, las camas huelen a noche y a sueño pesado, debajo hay pelusas y libros, Horacio se duerme y el libro va a parar abajo de la cama, hay peleas terribles porque los libros no aparecen y Horacio cree que se los ha robado Ossip, hasta que un día aparecen y nos reímos, y casi no hay sitio para poner nada, ni siquiera otro par de zapatos, Rocamadour, para poner una palangana en el suelo hay que sacar el tocadiscos, pero donde ponerlo si la mesa está llena de libros. Yo no te podría tener aquí, aunque seas tan pequeño no cabrías en ninguna parte, te golpearías contra las paredes. Cuando pienso en eso me pongo a llorar, Horacio no entiende, cree que soy mala, que hago mal en no traerte, aunque sé que no te aguantaría mucho tiempo. Nadie se aguanta aquí mucho tiempo, ni siquiera tú y yo, hay que vivir combatiéndose, es la ley, la única manera que vale la pena pero duele, Rocamadour, y es sucio y amargo, a ti no te gustaría, tú que ves a veces los corderitos en el campo, o que oyes los pájaros parados en la veleta de la casa. Horacio me trata de sentimental, me trata de materialista, me trata de todo porque no te traigo o porque quiero traerte, porque renuncio, porque quiero ir a verte, porque de golpe comprendo que no puedo ir, porque soy capaz de caminar una hora bajo el agua si en algún barrio que no conozco pasan Potemkin y hay que verlo aunque se caiga el mundo, Rocamadour, porque el mundo ya no importa si uno no tiene fuerzas para seguir eligiendo algo verdadero, si uno se ordena como un cajón de la cómoda y te pone a ti de un lado, el domingo del otro, el amor de la madre, el juguete nuevo, la gare de Montparnasse, el tren, la visita que hay que hacer. No me da la gana de ir, Rocamadour, y tú sabes que está bien y no estás triste. Horacio tiene razón, no me importa nada de ti a veces, y creo que eso me lo agradecerás un día cuando comprendas, cuando veas que valía la pena que yo fuera como soy. Pero lloro lo mismo, Rocamadour, me equivoco, porque a lo mejor soy mala o estoy enferma o un poco idiota, no mucho, un poco pero eso es terrible, la sola idea me da cólicos, tengo completamente metidos para adentro los dedos de los pies, voy a reventar los zapatos si no me los saco, y te quiero tanto, Rocamadour, bebé Rocamadour, dientecito de ajo, te quiero tanto, nariz de azúcar, arbolito, caballito de juguete ...
frio y sin vida
sobre las piedras
y sin vida...
yace tu cuerpito, la boca abierta, como si un grito, ahogado por tu condicion de batracio. como una desesperada sup`lica, un "no quiero!" a la muerte, que indiferente y macabra, te alejo de tu pecera, y esa inocente felicidad...
tu cuerpito, ya vacio, emana ausencia y ausencia
y
ausencia y
sin vida
tu cuerpito
sobre
las piedras.
viernes, 22 de enero de 2010
miércoles, 20 de enero de 2010
Solo atinaba a soplar al mosquito que se habia posado en ella interrumpiendo su extraña meditación.
Dos niños saltaban en la cama de un 6to piso del edificio vecino. Recordó su infancia solo cuando esa escena pasó a formar parte de sus líneas.
Y el era su amante, porque era el único que le permitía escribir esa literatura, que acababa en la basura como tantas.
viernes, 15 de enero de 2010
martes, 5 de enero de 2010
Un delirio leve... No, ni siquiera... solo apenas un mareo.
Era un trozo de sol
que liberaba sus destellos al compaz de la ruedita.
Era cenizas sobre un simbolo de paz
rojo y verde.
Era mirarlo, y saber que no estaba sola.
Era el flaco,
recordandome en susurro
las fragancias del anochecer infinito.